Durante 40 años, Salvador ha cultivado peras con mimo, esfuerzo y una fe que nunca se le acaba. Cada temporada lo da todo por sus árboles, con la esperanza de que su fruta conquiste paladares. Pero año tras año, lo que deberían ser frutos dulces, acaban cargados de “peros”.
Esta semana, sus peras han vuelto a nuestras cajas de TALKUAL y, como cada año: os han encantado. Y como en TALKUAL creemos que detrás de cada fruta hay una historia real, hoy queremos compartir la de Salvador.
Salvador lleva cuatro décadas entre campos, bajo el sol de verano de Lleida, el frío y la niebla del invierno y las sorpresas del cielo. Cultiva peras Ercolini, una variedad deliciosa, pequeña y dulce, que muchos expertos consideran de las mejores por su sabor intenso.
Este año, las peras han salido más pequeñas. Algunas incluso con pequeñas cicatrices causadas por tormentas inesperadas. A los ojos de muchos, eso es un defecto. Para Salvador —y para quien realmente aprecia la fruta de verdad— es todo lo contrario: más dulzura, más sabor, más autenticidad.
“Solemos rechazar lo que no entra por los ojos... pero no lo entiendo. A veces, cuando estoy en el supermercado, me acerco donde la fruta y pienso que es normal que la gente no coma nada de fruta. Si es que no huele, no sabe... parece cualquier cosa menos fruta. Parecen una cebolla.”
El verano aprieta, la fruta madura... y hay que recoger. Pero cada año es más difícil encontrar gente dispuesta a trabajar en el campo: son muchos metros, mucho calor, y un par de manos. La fruta no espera, y lo que no se recoge, se pierde.
Y ahí no acaba la cosa. Quien llega a recoger, lo hace sin saber si ese esfuerzo traerá algo de vuelta. Porque lo más duro empieza después:
“Primero pagas por plantar, por cuidar, por abonar, por regar, por cumplir normativas, por recolectar… pero no sabes si vas a recuperar algo de todo eso. Y ya ni hablemos de beneficios. Hasta que no ves tu fruta colocada en una línea de venta, casi que no puedes respirar tranquilo. Siempre estás en la cuerda floja. A veces ni pagan. O pagan tan poco que no cubres ni lo invertido.”
Con la fruta, especialmente, los consumidores —y al final las grandes superficies— suelen ser muy exigentes con lo que se ve por fuera. Lo que no luce perfecto, muchas veces ni siquiera se considera.
Pero lo que poca gente sabe es que, en la mayoría de los casos, la fruta con peor aspecto estético es la más sabrosa. Cuando una pera es pequeña, o tiene una cicatriz causada por el granizo o el sol, no significa que esté en mal estado. Al contrario: suele tener mayor concentración de azúcares y estar en su punto justo de maduración.
“Una marca en la piel no le quita calidad. Al revés: probablemente esté más buena que muchas de las que brillan en los estantes del supermercado. Pero cuando pasas por los controles de calidad de las grandes superficies, todo son peros: que si la forma, que si el tamaño, que si la piel. Muy pocas veces se prioriza el sabor o el contenido en azúcares antes que la estética."
Hace ya tiempo que en TALKUAL trabajamos con Salvador. No solo conocemos su fruta, conocemos también su esfuerzo, su constancia y lo mucho que le ha costado seguir adelante con sus campos. Porque cuando todo juega en contra, tener una salida justa no es solo una cuestión económica, es una cuestión de dignidad.
"TALKUAL tiene otro tipo de mercado, me dan una salida diferente. Aquí no importa si la pera es más grande o más fea, lo que importa es que esté buena. Y eso lo agradeces. Porque ves que hay gente que sí valora el trabajo del campo. Si no fuera por eso… estos campos ya no serían míos.”
Las peras de Salvador han llegado esta semana a vuestras cajas. No son perfectas por fuera, pero están deliciosas por dentro.
Gracias a quienes estáis al otro lado por hacerlo posible. ¡Gracias, Tribu!